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Las etapas del apego seguro

El vínculo de apego que establece una madre con su hijo, reconocido por su relevancia en el desarrollo psicológico infantil (Bowlby, 1976), ha constituido un terreno fértil donde diversos estudios e intervenciones se han centrado en establecer los factores relevantes en el origen y desarrollo del mismo, así como en las estrategias para su promoción en la primera infancia (Tizón, 2010). Sin embargo, investigaciones provenientes de diferentes ramas de la salud señalan desde hace más de 20 años, que este vínculo no surge en el período posterior al nacimiento sino que tiene su origen en la etapa prenatal.

Los primeros datos acerca de la existencia del llamado vínculo materno-fetal -de carácter unidireccional desde la madre hacia el feto, frente al carácter bidireccional del vínculo de apego- provienen de investigaciones clásicas acerca de la pérdida perinatal y el dolor asociado a la misma. Provienen también del estudio de la relación existente entre la madre y el bebé en el post-parto temprano (Brandon, Pitts, Denton, Stringer y Evans, 2009; Klaus et al., 1972) y del trabajo de Rubin (1967) en el cual, buscando definir la importancia y los factores que intervienen en el inicio del rol materno, postula que la relación existente entre una madre y su hijo recién nacido es consecuencia de un proceso de vinculación prenatal. Sobre esta base, Condon y Dunn (1988) rescatan la hipótesis de Caplan (1961), que afirma que si se conoce la calidad de vinculación de la madre con el feto, es posible predecir la calidad de la vinculación en el post-parto temprano, ya que en la mayoría de los casos ambas vinculaciones son idénticas, constituyendo el parto un episodio de transición entre ellas. (Condon y Dunn, 1988).

Otra fuente de resultados significativos relativos a la construcción teórica del concepto de vínculo materno-fetal, proviene del ámbito empírico de la enfermería. Mecca Cranley (1981) es considerada pionera en establecer tanto una definición operativa “el grado en el que las mujeres se dedican a comportamientos que representan una filiación y la interacción con su hijo por nacer” (Cranley, 1981, p.282), como en la creación del primer instrumento de medición del vínculo materno-fetal Maternal fetal attachment scale (Cranley, 1981). Siguiendo esta línea investigadora, Muller (1992) redefine el concepto introduciendo una nueva visión, según la cual el vínculo materno-fetal es una relación única de la madre hacia el feto y es independiente de los sentimientos que ésta tiene acerca de sí misma como madre o como mujer embarazada.

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