Uno de los grandes descubrimientos del Siglo XIX vino de la mano del médico neurólogo Sigmund Freud (1856-1939) quien, abriéndonos las puertas del inconsciente, puso luz en el trabajo de la salud mental.
En sus inicios bajo la dirección del neurólogo francés Jean M. Charcot, tuvo ocasión de observar las manifestaciones de la histeria, y los efectos de la hipnosis y la sugestión en el tratamiento de la misma. Métodos que pronto abandonaría para desarrollar, junto a J. Breuer, lo que dio en llamar la cura por la palabra: a través de la asociación libre, el paciente transmite un saber reprimido que desconoce y que está en el origen de sus síntomas.
Desde entonces, la interpretación a partir de la puesta en juego del saber inconsciente en la transferencia así establecida entre el paciente y el psicoanalista, distingue al psicoanálisis de cualquier psicoterapia.
Adelantado a su época y sin hacer caso a los prejuicios de la sociedad vienesa, Freud reveló la sexualidad infantil y sus consecuencias en la vida adulta a través del relato de sus pacientes. De esta manera, organizó una nosografía distinguiendo tres estructuras clínicas: neurosis (histeria, neurosis obsesiva y fobia), psicosis y perversiones, de las que dio testimonio en su investigación y su práctica en sus célebres historiales.
Publicó sus observaciones sobre la histeria con el Caso Dora, que le permitió teorizar sobre la realidad psíquica y el origen traumático de la sexualidad infantil. El caso del Hombre de las ratas le sirvió para explicar con sumo detalle las causas de la neurosis obsesiva y la remisión de los síntomas. En el historial de El hombre de los lobos, analiza los efectos duraderos de una intensa actividad sexual infantil. Luego dirigió el análisis del ya famoso Juanito, esclareciendo los mecanismos de la construcción de una fobia infantil, abriendo de esta manera el camino al psicoanálisis de niños. Completó la publicación de sus historiales clínicos en un minucioso estudio sobre las Memorias de Schreber, con un desarrollo exhaustivo acerca de las vicisitudes de la psicosis.
Partiendo de su texto fundamental La interpretación de los sueños, propone al mismo como vía regia de acceso al inconsciente; descubre allí que el sueño, a través de mecanismos como la condensación y el desplazamiento, ocultan al mismo tiempo que revelan una verdad inconsciente que puja por hacerse escuchar. Del mismo modo con el chiste, el olvido (como otra forma de memoria), los lapsus del lenguaje, los actos fallidos, los síntomas: Freud aprendió a leer en ellos esa verdad incómoda de oír, poniendo en jaque la ilusión de que somos capaces de gobernar nuestra consciencia de manera voluntaria.
Freud continuó su trabajo de manera incansable. Tras el comienzo de la I Guerra Mundial, se dedicó también a pensar ciertos fenómenos sociales que pueden leerse en textos como El malestar en la cultura, Moisés y la religión monoteísta, El porvenir de una ilusión y otros muchos. Se sirvió del arte, los mitos clásicos, la literatura, e incluso la propia guerra, para seguir desarrollando una vasta obra hasta el final de sus días, con la fuerza de una honestidad intelectual excepcional y, aunque menguado físicamente por una larga enfermedad, con intacta y viva lucidez.
A mediados del siglo pasado, el médico psiquiatra francés Jacques Lacan (1901- 1981) se inicia en el psicoanálisis con el estudio de la psicosis.
En 1953, en el hospital de Sainte Anne de París, inicia sus seminarios psicoanalíticos de transmisión oral que mantendrá durante veintisiete años, con una asistencia multitudinaria. Desde ellos, a partir de un minucioso trabajo sobre los textos de Freud, continúa el desarrollo de la teoría y la clínica psicoanalítica, sirviéndose de la lingüística, la topología, la lógica y las matemáticas para poner en diálogo el psicoanálisis con otras disciplinas.
Desde su experiencia clínica, Lacan introdujo la tesis del inconsciente estructurado como un lenguaje, es decir, regido por ciertas leyes, allí donde Freud ubicó la condensación y el desplazamiento, Lacan, valiéndose de la lingüística, ubica la metáfora (La metáfora es una figura retórica que hace un uso figurado del lenguaje. (Generalmente se utiliza para referirse a algo, pero sin nombrarlo específicamente. Es como cuando se habla en doble sentido. Por ejemplo: “Me pegó fuerte la noticia “, “Lo tienen bajo la lupa)
y la metonimia (La metonimia es una figura literaria que consiste en nombrar un término con el nombre de otro término asociado. Es un mecanismo de sustitución basado en una relación de contigüidad, que puede darse por causalidad, procedencia, sucesión, etc. Por ejemplo: Se robaron un Rembrandt. (Se robaron un cuadro de Rembrandt)
Lo antedicho nos orienta acerca de su posición ética, marcada por una férrea defensa del retorno al inconsciente freudiano, del que se habían alejado los psicoanalistas de su época, olvidando la lógica que porta el descubrimiento freudiano y sus consecuencias clínicas. Expulsado de la Sociedad Psicoanalítica (IPA), fundó la Escuela Freudiana de París junto con otros psicoanalistas.
Lacan, a lo largo de sus años de investigación y enseñanza, avanzó en espiral, ciñendo en sus numerosas vueltas un real, el del psicoanálisis mismo. Durante el último tiempo se centra, a partir de sus investigaciones en topología, en la elaboración de conceptos que vuelven a poner la lupa sobre la formación del analista y la eficacia del psicoanálisis, siempre desde el retorno a Freud y sus consecuencias éticas.
“La clínica psicoanalítica debe consistir no solo en interrogar al análisis sino a los analistas, para que rindan cuenta de lo que su práctica tiene de riesgoso, lo que justifica que Freud haya existido”. J. Lacan 5-1-77
Hoy más que nunca, el desciframiento del inconsciente nos permite dirigir la cura de un sujeto a partir del discurso que porta un deseo singular. Más allá de las etiquetas que le vienen del discurso actual, el psicoanálisis trata el dolor en el cuerpo, las manías, los ataques de pánico, los trastornos obsesivos, la fobia social y todas las pesadillas que condicionan el día a día sin responder a exigencias de ideales sociales prediseñados y, sobre todo, sin olvidar que se trata de una praxis sujeta a una ética.