El maltrato hacia el adulto mayor, constituye una violación de los derechos humanos, pues refiere a cualquier acción u omisión que produce daño y que vulnera el respeto a su dignidad y el ejercicio de sus derechos como persona. Puede realizarse de manera intencionada, como también puede ocurrir por desconocimiento de manera no intencionada (SENAMA, 2012).
El maltrato hacia los adultos mayores puede ocurrir en el medio familiar, comunitario o institucional, puede adoptar muchas formas y se produce en todas las esferas sociales, económicas, étnicas y geográficas.
En el caso del uso de la violencia física, esta se manifiesta en las personas mayores a través de muestras como rasguños, moretones, fracturas y daño craneal que eventualmente pueden generar en un anciano algún tipo de discapacidad. Así también, el uso de violencia psicológica, puede generar en ellos daños psicológicos severos de mediano y largo plazo.
Sobre lo anterior, a diferencia del maltrato que sufren tanto los niños como las mujeres, en el caso de un adulto mayor las consecuencias son especialmente graves, dado que su estructura ósea es más frágil y requiere de un período mayor de recuperación. Inclusive cuando se observan lesiones de menor gravedad, el daño puede ser grave y permanente en el tiempo, llegando eventualmente a provocar el fallecimiento. Frente a esto, la Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que es altamente probable que exista un aumento en el número de casos de adultos mayores que presentan malos tratos, dado que la población a nivel mundial está envejeciendo rápidamente y podría suceder que sus necesidades de atención no puedan ser resueltas en virtud de la escasez de recursos. Así es como la OMS proyecta que para el año 2050, la población mayor de 60 años alcanzará una cifra cercana a los 2.000 millones de personas (OMS, 2015).
